martes, 26 de enero de 2010

Aguas profundas

Imagen blanda de dos nubes planas congeladas sobre el cielo castaño; flotando en la última luz de la tarde. El tren transporta mi cuerpo sin esfuerzo sobre las vías, seccionando planicies verdes con ligereza.
Viajo más de 100 kilómetros para visitar una chica con la que apenas he tenido una historia de dos semanas. Un encuentro entusiasmado e intrigante. Demasiado breve como para alcanzar una visión serena de las constelaciones anímicas de esta desconocida, pero suficientemente intenso como para que su resplandor me llegue a embrujar. Un brillo lejano y difuso, que se vuelve especialmente misterioso y encantador cuando el sexo es tan rico.
Pero en éste encuentro no habrá sexo, ya lo sé; un acercamiento mayor tampoco. Sólo una separación progresiva de dos almas saboreando la distancia que se crea entre ellas. Todo este viaje en tren, en definitiva, no lo hago más que para construir otra habitación en algún rincón de mi memoria. Ensanchar el campo de mi imaginario con las imágenes de otra plaza, otro bar y otra serie de situaciones y comentarios incómodos que intentaré evitar en el futuro.
Me muevo impulsado por una energía que no domino. Como cuando apretaba los mofletes llenos de una niña de 4 años en la guardería. Como si apretara una pelotita de goma un poco desinflada, sólo que torturando de manera infantil una persona, física y mentalmente, porque la quiero y no sé qué hacer con esta sensación.
Después me duele. La niña no viene a clase al día siguiente y juego sólo en el columpio para dos, echándola de menos y sufriendo; mi alma aplastada contra la base de mis genitales y mi pecho comprimido por angustia y tristeza.
Por eso me desprecian mis compañeros de instituto. Mis compañeros de trabajo. Camareros desconocidos me desprecian con su mirada por lo que le hice a la niña que quería. Desprecian esa mezquindad imprevisible y asquerosa que hay en mí. La ven todos, cuando atraviesan mis formas con su mirada.
Paranoia, me dice mi amor. La mirada de una persona no me permite divisar todo lo que le pasa por la cabeza. Me invento historias me dice, me persigo. Yo acaricio su cabeza con suavidad y aguanto su delicado esqueleto entre mis brazos para que descanse y se sienta segura, y dichosa, lejos de las palizas de su padre. Que los insultos y los golpes se conviertan en un recuerdo lejano y difuso, como una pesadilla que fue recurrente hace años pero ya casi hemos olvidado.
Me gustaría ofrecer a mi mujer la paz que no tuvo en casa. Busco crear con mis actos el hombre que quiero ser. No ser un amor torturador sino un amor que signifique placer, seguridad, vida. Un amor de felicidad, de encuentro.
Que mi amada se sienta como yo ahora, flotando en el agua de esta piscina. La piscina calentada de un spa, a 37 grados de temperatura en el agua y música relajante resonando desde unos altavoces subacuáticos.
Con los brazos estirados, dejo que el liquido aguante mi peso y floto sin rumbo. Sumerjo mis orejas en el agua y disfruto de los pausados tonos electrónicos que vibran espesamente a mi alrededor. Me hundo en mi propio cuerpo, bajo la piel hacia dentro; hacia los nervios, hacia la viscosidad intravenosa, dentro de mis músculos. Imagino mi mente retraerse hacia mis células y expandirse entre los átomos que me separan, flotando en energía. Átomo lejos de átomo, acercándose a otro átomo en el vacío. Formando nuevos conglomerados en el espacio, que buscan otros átomos para organizar nuevos conglomerados de átomos, flotando dentro del mismo vacío.
El vacío lo forman los propios átomos separándose entre sí. Crean vacío marcando la distancia que los separa. La atracción de cada átomo hacia otro átomo crea el vacío que esta búsqueda intenta evitar, porque los átomos nunca llegan a tocarse, dicen.
Si esto es verdad, todo es búsqueda. El acto de búsqueda crea su propio objetivo y asegura así la continuidad de la búsqueda. Todo el universo, interior y exterior, es búsqueda. Grumos y borbollones de búsqueda que cambia de formas y colores. Esta es la energía eterna, la acción de búsqueda creando el objetivo de su búsqueda con su inercia, de forma que nunca falta ni objetivo ni búsqueda. El perpetuum mobile; la máquina eterna cuyos engranajes encajan y giran para formar un tren disparado sobre campos verdes y calderas que calientan el agua sobre la que floto, con un corazón que bombea a un ritmo acompasado con las pulsaciones que transmiten los altavoces eléctricos que los constructores de este spa han colocado bajo las aguas de la piscina.

Aguas profundas

Para comenzar, he elegido la primera mezcla que aparece en el listado de mi ipod: aguas profundas. Los títulos que le pongo a las mezclas no son muy originales, porque nunca me he esforzado demasiado en pensarlos. De todas maneras, el carácter hipnótico de la música de esta mezcla me hizo pensar en un buceo mental y esta idea ha influenciado mucho el texto.

La mezcla se puede escuchar bajándola de:

http://www.mediafire.com/?yjutdrttyvt

Intro

Este blog está pensado como un ejercicio literario con el objetivo de explorar el diálogo entre literatura y música.
De manera menos abstracta: Tengo un archivo de mezclas de música hechas con el programa audacity, todas ellas con durada de más o menos una hora, que he ido recopilando en mi tiempo libre y el llamado “ejercicio literario” consiste en escuchar cada una de estas recopilaciones de principio a fin, mientras escribo automáticamente, inspirándome en la música. Después edito el texto para hacerlo comprensible al lector y hago las correcciones escuchando la mezcla correspondiente, para mantener la misma inspiración.