martes, 30 de marzo de 2010

marco 3

Por fin he terminado la tercera parte del ejercicio del marco. La verdad es que mientras escribía he venido dándole vueltas a la idea de conectar los tres fragmentos de este experimento en un solo texto. Una especie de historia corta a tres voces, una voz predominantemente en tercera persona (marco1) otra en primera (marco2) y una última en segunda persona (marco3). Todas juntas forman una observación triple alrededor de la experiencia de la muerte desde este lado de la cortina.

Los ritmos de la mezcla que he elegido esta vez me han hecho pensar en un ordenador, y esto ha servido muy bien para cerrar estos tres marcos.

http://www.mediafire.com/?i4czt5zdjmq

Este ejercicio me ha dado ideas sobre cómo aplicar un ritmo musical a la hora de escribir, por lo cual me dispongo a comenzar ahora un ejercicio nuevo basado en los 5 ritmos de Gabrielle Roth. No por que sea practicante de esta forma de inspiración, pero por que me parece un buen lugar para empezar.

Aquí el tercer marco:

Ordenador, inicia el sistema operativo. ¿Ya te has conectado a la red? Inicia el buscador. Conecta con las cámaras de vigilancia (Estás muy lento hoy, tardas demasiado en iniciar cada programa) introduce la siguiente clave, inicia el programa. Te cuesta mucho tiempo establecer la conexión ¿te pasa algo?.
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Ya era hora, por fin perfilas los cuatro marcos en los que van a formarse las imágenes que recibes por las cámaras. Inicias un aumento progresivo del detalle dentro de la nube de cuadriculas inicial, hasta concretar la apariencia de un solar ruinoso, una bahía fría donde descansa un barco pesado, la luz amarilla de un paso subterráneo delineado por grandes vigas de hierro y la zona de aparcamiento de una gasolinera solitaria. Cada una de las imágenes enmarcadas en tu monitor dentro de su correspondiente cuarto de pantalla.

Nadie pasa por el pasadizo que me muestras. Exhibes solamente la imagen de dos paredes hechas de ladrillo, un pavimento asfaltado y un techo aguantado por vigas de metal. Más allá del cambio hipnótico de luz sobre la imagen, que aumenta y disminuye en intervalos largos y lentos, no pasa nada. Casi parece que me muestres una imagen fija y no una transmisión directa de vídeo.

En la imagen de la bahía dibujas el barco inmóvil como un poderoso ser tecnológico flotando sobre el liquido de oscuridad insondable. Una negrura imperceptible; oscuridad como hecho, tan oscura que la zona que dibuja el lago sobre tu pantalla tiene los pixels apagados. Oscuridad absoluta. No me enseñas más que un hecho, la falta de luz. No hay profundidades nocturnas a las que mis ojos se puedan acostumbrar. Sobre tu pantalla, el color del agua es un negro imperativo.

Sobre la gasolinera (que tampoco es más que un par de formas diluidas en el halo eléctrico que brilla desde tu pantalla) surge un movimiento repentino. La pantalla se ve invadida por un objeto negro enorme. Un coche accidentado rebotado desde la carretera en un movimiento circular que la ausencia del sonido correspondiente hace parecer suave y etéreo. La sombra oscura de un vehículo asoma por la esquina izquierda de la cuadrícula que enmarca la gasolinera y llega hacia el centro de la zona de aparcamiento dando una vuelta a su alrededor y otra sobre el techo, quedando de nuevo parado sobre las ruedas. Congelado.
Tu pantalla dibuja sombras danzantes. Figuras humanas que se acercan al coche inmóvil. Todo en silencio absoluto.

Haces que tu cuarto de pantalla reservado a la gasolinera parpadee. Lo haces aparecer y desaparecer de manera intermitente hasta que en su lugar me muestras la imagen congelada del pasadizo. Ahora exhibes el pasadizo en dos de las cuadriculas, mientras la gasolinera no aparece por ninguna parte.
Toco tus teclas al azar y de repente me muestras la imagen de la gasolinera en lugar de la de la bahía. Hay dos cuadrículas conectando con la cámara del pasadizo en tu pantalla. Una con la cámara del solar desolado y una con la de la gasolinera, ahora sí, de nuevo, en la esquina izquierda de tu pantalla.
Dentro del coche que acaba de presentarse de rebote, me muestras una chica herida.

Ahora tu pantalla oscurece del todo, me dejas sin conexión con ninguna de las cámaras; por unos momentos. Después me devuelves el marco distorsionado de las cuatro divisiones de la pantalla, pero no dibujas en él ninguna forma reconocible. Solamente colores diferentes formando manchas abstractas.

Te apago, para que descanses, y vuelvo a encender.

Trazas de nuevo el marco de las cuatro pantallas, comienzas a pintar la primera imagen inteligible en tu cuadro inferior derecho: la luz de la gasolinera. En el cuadro derecho superior empiezas a delinear las ruinas del solar. Pero en el cuadro superior izquierdo aparece de manera repetida la imagen de la gasolinera. Me muestras la imagen de un vehículo blanco de ambulancia que carga a la conductora del coche accidentado. Lleva el cuerpo y la cara tapados por una sábana. Repites la imagen de la gasolinera en dos cuadrados opuestos pero no muestras el pasadizo por ninguna parte.
Decides apagar la pantalla de repente, por cuenta propia, y reinicias tu sistema. Al cabo de unos segundos vuelven a a aparecer las cuatro pantallas, pero todas muestran la misma imagen del pasadizo, en tonos diferentes.

Evitas mis ordenes. Tu sistema no responde a mis peticiones, actúas autónomamente. No me permites comunicar contigo. Estás confundido, enfermo.
Tu actuación me hace ver que estás infectado, atacado por algún virus. Si te permito seguir por el camino que estás tomando tu sistema pronto se distorsionará totalmente dentro del caos. Sólo puedes salvar tu configuración pasando por el repaso de un programa antivirus. Tendré que reiniciarte para que pases por su análisis. Cuando vuelvas, te habrás alejado de la amenaza.
Una vez iniciado el programa, apagas tu pantalla, silbas el último susurro de tu ventilador y cuando éste calla, permaneces silenciosamente apagado.
Me quedo solo ante el marco de tu pantalla de cristal, el plástico oscurecido por restos de polvo pegado. Solo ante tus teclas, tozudas y secas, de pulsación cada vez más difícil con el paso del tiempo. No queda más que tu armazón ante mí, introvertido, secreto, oscuro y ausente.

Me dejas solamente el recuerdo de la información que había almacenado en tus ficheros. Solamente desesperación e impotencia por no poder recuperar lo que había guardado en tu sistema. Me quedo sin ti, solo con tu ausencia.

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