martes, 30 de octubre de 2012

Ana María y Jose Luís

Esta es la cuarta parte del relato. Es la biografía de los padres del chico que aparecerá en la primera, cuando la escriba. Para este escrito les hice una tirada de tarot a los dos padres como pareja. Está basado en una mezcla muy agradable y “soleada” que hice hace mucho tiempo, para contrastar con la relativa oscuridad de la música que usé para los otros dos relatos. Esta vez ya tenía más elementos a tener en cuenta, basados en la biografía de Irma y la historia del pueblo.
A continuación voy a escribir la primera parte del relato, para la que ya escribí el esquema a partir de la mezcla que supone que tenía que contrastar con el “ensayo heavy metal”. Sólo tendré que adaptar el esquema a los elementos que han aparecido en las siguientes partes del relato. Me gusta mucho esta manera de escribir, en la que el azar baraja los elementos que van apareciendo en los relatos. Tiene la ventaja de que yo mismo me sorprendo de las direcciones que toma el relato y de que el resultado me parece algo menos predecible y analizable. Los elementos no tienen una significación simbólica basada en mi visión de la vida, sino que me sobrepasan y por tanto pueden interesar más al lector. Espero ir desarrollando cada vez más el papel del azar en la escritura.

La mezcla:

http://www.mediafire.com/?qcc38p2eoov0mar

4. Ana María y Jose Luís

Ana María y Jose Luís son el matrimonio que vive al final de la calle Jiménez del Pilar, cerca de las barquitas de puerto antiguo. Él trabaja como neurólogo en Arbús y ella María en la piscifactoría. Tienen un hijo adolescente, Ángel, que estudia en el instituto del pueblo.
Cada maña, prácticamente al amanecer, los dos corren juntos hasta el mar, contemplan las olas y vuelven a casa para estirar. Después hacen una media hora de gimnasia en su comedor. No les falta espacio, tienen un chalet de dos pisos en propiedad.
Cuando se conocieron, Jose Luís formaba parte del equipo de investigadores del centro CEAS. Jose Luís es originario de la capital, donde se doctoró con el neurólogo Javier Salinas, con quien participó en los primeros proyectos de investigación de frecuencias cerebrales que financiaron las fuerzas armadas. Fue reclutado para el proyecto de investigación secreta Comunicación y Espionaje Animal Submarino, con el objetivo de desarrollar un nivel de comunicación suficientemente específico y articulado con mamíferos acuáticos, para emplear su asistencia operaciones submarinas de de los servicios de inteligencia.
Así llegó Jose Luís a las costas de Torán, donde como neurólogo, se incorporó al equipo del complejo CEAS en una fase avanzada del proyecto, en la que se ensayó el desarrollo de una comunicación telepática entre computadoras y delfines manipulados genéticamente.

Ana María, en cambio, es originaria de Torán. Cursó los estudios de Biología en Arbús y decidió aplicar por un puesto vacante como supervisora en la piscifactoría de su pueblo natal. La libertad y el anonimato del día a día en Arbús le gustaban, pero añoraba su familia y los paseos entre las ruinas del bosque.
En una de sus visitas familiares, cuando aún vivía en Arbús, Ana María conoció en el trayecto de vuelta a un hombre que viajaba en el mismo tren para pasar su día libre en la ciudad. Se llamaba Jose Luís y aunque llevaba ya cuatro meses trabajando en Torán aún no había visitado Arbús.
Ana María lo acompañó hasta el centro, donde disfrutaron de dos horas juntos y se despidieron a la fuerza, con un adiós compacto que reprimía las ganas que tenían los dos de abrazarse. Cuando se instaló de nuevo a Torán Ana María no tardó en llamar al número de Jose Luís y pasaron rápidamente a consumar la fascinación febril que nació aquella tarde.

Se veían mucho, pero en secreto. Las relaciones entre el pueblo y los investigadores de CEAS no eran buenas. La gente de Torán recelaba del equipo de investigadores, la alta antena de que habían construido cerca de la playa despertaba un odio que toda la población compartía sin tener la necesidad de argumentar; que la antena era una ofensa a la vida de los pobladores de Torán parecía un hecho tan categórico que no hacia falta explicar por qué. Comenzaron a correr rumores sobre científicos acechando en los bosques de las ruinas de Során, donde secuestraban a niños o violaban a las jóvenes.
Jose Luís se reía cuando comparaba estos rumores con el carácter estructurado e intelectual de sus compañeros, pero se mostraba seriamente interesado cuando Ana María le hablaba de miedos más abstractos que había sentido paseando por sus rutas favoritas entre la espesura. Sensaciones huidizas de confusión y pérdida o de extrañeza, que nunca había sentido en el lugar, la envolvían desde que había vuelto a Torán. Además Jose Luís se interesaba mucho por sus sueños, sobretodo los que tenían que ver con el mar.
Un domingo de Agosto, decidieron ir juntos al bosque, a pesar de los temores de ella. Ana María no había vuelto a disfrutar del lugar desde su regreso de Arbús, pero la ilusión de Jose Luís la animó a enseñarle lo que tanto había significado para ella en su adolescencia.
Conducían lentamente por el camino forestal cuando Ana María, por la ventana del coche, vio pasar en dirección contraria una niña montada en bicicleta, que le pareció ella misma volviendo desde el bosque. Pudo reconocer su bicicleta y uno de sus vestidos, así como su cara redonda y su postura corporal. En un ataque de pánico exigió a Jose Luís que detuviera el coche y cuando le explicó lo que había visto se sintió ridícula y supersticiosa, pero él la escuchaba con mucha atención.
El cielo reventó en una tormenta de verano mientras aún se abrazaban y una casacada de lluvia cubrió el coche. Jose Luís tuvo la idea de conducir fuera del camino, entre los árboles. Abrieron las ventanillas y pasaron juntos la tarde que selló su futuro matrimonio, según dicen los dos. Jose Luís recuerda sobretodo el aire fresco que entraba por las ventanas, el agua que salpicaba su piel y resbalaba por sus brazos combinado con el calor del cuerpo de Ana María. Ella recuerda la seguridad que sintió cuando Jose Luís respetó sus miedos irracionales sin dudar, la confianza que demostró hacia su criterio.
Más adelante Ana María entendería que Jose Luís y otros científicos de CEAS estaban interesados y preocupados por algunos de los rumores que corrían en Torán porque sospechaban que población humana estaba siendo afectada por la antena que habían construido para potenciar la conexión telepática con delfines que alejados hacia aguas profundas. Nunca llegaron a conseguir permiso para investigar la cuestión, pero estaban preocupados por rumores de una epidemia de sueños de viajes subacuáticos entre la población de Torán y entre los científicos del complejo corrían varias teorías especulativas sobre la relación entre la antena de transmisión telepática y los síntomas paranoicos y esquizofrénicos que la población de Torán sufría en las cercanías del llamado “bosque de las ruinas”.

Providencialmente, Jose Luís y Ana María se encontraban juntos de vacaciones cuando estallaron los disturbios. Mintieron por separado a sus compañeros y familiares sobre el destino de sus vacaciones para pasar en secreto una semana de crucero juntos.
Supieron de los disturbios durante el crucero y estirados sobre la cama de su camarote, dominado por el color vino de las cortinas, decidieron que al volver Jose Luís se quedaría en el apartamento de una amiga de Ana María en Arbús.
Cuando se cerró el centro Jose Luís ya estaba ingresando en un proyecto de investigación para la universidad de Arbús sobre el efecto del sonido del canto de las ballenas sobre el desarrollo neuronal de anélidos.
Ana María pudo presentar a Jose Luís a sus padres, sin delatar su pasado como investigador del complejo CEAS y poco después empezaron a vivir juntos en Torán.
En 1990 nació Ángel, que de bebé tenía un olor que Ana María le recordaba el bizcocho de frutas. Les gusta mucho ir juntos al mar y Ángel se ha convertido en un nadador excelente.
Desde hace dos años Jose Luís y Ana María salen a correr juntos por la mañana. Sobretodo les gusta llegar a la playa pronto y que Jose Luís pueda abrazar a Ana María por detrás, sentir su cuerpo apretarse entre sus brazos, oler la brisa marina que los roza y sentirse los dos amantes que siempre han sido.

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