martes, 30 de octubre de 2012

Ryoji Ikeda - Matrix

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Estaba estirado en una camilla, cómodo, tapado con nada más que una fina bata de paciente. Alguien me conectó algo a la sonda que llevaba en el brazo, un enfermero con la cabeza pelada que sonreía sobre mi cara.
Dejé de percibir sonidos, sólo veía los fluorescentes del pasillo circulando ante mi mirada. Kilómetros enteros de fluorescentes, durante mucho tiempo. Nos paramos en un ascensor y salimos de nuevo, esta vez, a un pasillo completamente blanco, con el techo liso. Nos trasladamos horas por el mismo pasadizo, días, hasta que salimos a un tubo de paredes transparentes que cruzaba el espacio sideral.
Un medico con la boca tapada me miró desde arriba. Su cara desapareció. Pasó una hora y me miró una doctora – yo seguía sin moverme, apático y sordo.
Me dormí.
Me desperté en una sala pequeña, ante un grupo de personas que me observaba – mujeres y hombres sentados.
Alguien me tocó el brazo, una mujer mayor, suave. La sala olía a seco, a muebles nuevos.
Los sentados susurraron. Mi novia, mi novia estaba allí, ella me había convencido para venir. Me estaba despertando de una sesión de regresión a recuerdos reprimidos. Con ayuda de la hipnosis, habíamos intentado acceder a recuerdos anteriores a mi nacimiento. Me encontraba en la sala en la que la reunión había tomado lugar, tras haberme sumergido en la sesión de hipnosis y con el recuerdo en la mente, todavía fresco, de lo que había vivido en el momento justo antes de nacer. La mujer que me había tocado el brazo era la profesora conferenciante, era quien me había hipnotizado. ¿Y el recuerdo? ¿Debería interpretarlo como un recuerdo simbólico? ¿Metafórico? ¿Qué puedo entender de estas imágenes? La propia hipnotizadora tampoco tenía muchas explicaciones, más bien daba la impresión de estar tanteando aguas profundas con una cañita.

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