martes, 30 de octubre de 2012

comienzo

Primera entrada del argumento de la novela. Esto es la redacción de la historia entre la primera entrada y la siguiente. Despues de esto vendría una entrada sobre el "demonio".

Protagonista: Una historia seria para lectores con sentido del humor.


¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué razón se ha pedido un día libre? Protagonista tiene su vida totalmente bajo control; la colada, las compras, el papeleo administrativo, limpieza de la casa y aseo personal. Todo cabe de sobras en su agenda y además le sobra tiempo para darse algún que otro paseo por la ciudad. No le falta tiempo para terminar ninguno de sus proyectos ni necesita descansar, ¿por qué se ha pedido, entonces, un día libre del trabajo?
Piensa en sus compañeras trabajando en la cocina sin su supervisión y siente un poco de tristeza cuando se imagina a Evelin abriendo la caja y a Sandra terminando de preparar los bocadillos. ¿Puede ser que las esté echando de menos? La verdad es que un poco sí, y por eso entiende menos aún por qué razón se ha pedido el día libre.
Habiendo cumplido ya con todas sus tareas hogareñas, no sabe qué hacer con toda la mañana que le queda por delante. Ha salido de casa para pasear y sin proponerse un rumbo ha acabado llegando hasta el parque a causa de un broma que parecía divertida por la mañana pero ha perdido toda la gracia. En este instante, más que divertido se siente confundido. Se ha quedado un poco vacío por dentro y la idea de pasear hasta su lugar de trabajo ha perdido sentido, así como el hecho de pedirse un día libre.
En principio se ha pedido un día libre porque quería disfrutar de la primavera y del simple hecho de podérselo permitir, un día libre, pero en este instante nada de esto no tiene sentido. ¿Qué tiene que ver la primavera que con tomarse un día libre? Protagonista no encuentra una explicación convincente. ¿Qué iba a hacer en un día libre que no pudiera hacer en un día cualquiera? Pues por ejemplo, pasear por el parque que observa desde su oficina cuando repasa las cuentas y convertirse él mismo en una de esas personas libres que pasean mientras él trabaja. Ésta idea le ha hecho mucha gracia esta mañana mientras desayunaba en su soleada cocina, pero ha perdido su chispa en el autobús.
Ahora no está más que caminando sin rumbo por el parque y los árboles que parecen tan delicados desde arriba se ven imponentes desde aquí, con troncos masivos que se ensanchan y crecen a un ritmo lento, inapreciable, pero constante.
Uno está sentado aquí en un banco y todo parece estático, las ramas, los troncos y las piedras. El único movimiento es el temblor de las hojas cuando filtran los rayos del sol. Pero no. Todo esto está, en realidad, creciendo. Las hierbas bajo los pies de Protagonista se alargan hacia el cielo al igual que los troncos de los árboles, que además proyectan ramas de fibra viva que se ensancha y despliegan hojas ante la energía de esa estrella intensa que no deja de dar vueltas por el universo. Todo está en movimiento, y suerte que a una velocidad muy lenta porque si no estaríamos todos vomitando, mientras nos agarrados a … ¿a qué? ¿A qué nos agarraríamos si los cambios fueran más rápidos? Si hasta la tierra bajo nuestros pies se balancea sobre líquido caliente y se rompe en montañas y rocas, entre las que crecen plantas y animales que viven como nosotros, se sientan en el banco de un parque y observan el día pasar. ¡El día y esta preciosa joven de la edad de Protagonista que está pasando ahora mismo delante de él! El balanceo delicado de sus brazos, el pisar ligero de sus pies y la forma redonda de su culo en contraste con la estrechez de sus caderas, adaptando la tela delgada de su vestido a sus formas.
A su compañero de banco también le parece guapa, se lo hace saber a Protagonista aunque no le conozca de nada.
Hay una persona a su lado. Un hombre que viste de negro, sentado con la espalda erguida y siguiendo con la mirada el paso de la misma joven que ha llamado la atención de Protagonista. Calculando la relación entre su porte, su mirada y su apariencia física, uno no sabría decir si es un joven que aparente tener más edad de la que tiene o un hombre que parece más joven de lo que es. De todas maneras insiste en preguntarle a Protagonista si le gustaría estar con la chica que acaba de pasar. Un comentario sin gusto, que se convierte muy rápido en una broma molesta, cuando al desconocido se le ocurre afirmar que es un demonio (¡¿demonio?!).
Dice que está un poco cansado de su jefe, Satanás. Que no tiene quejas del trabajo, pero de vez en cuando, en su tiempo libre, le vienen ganas hacer una buena acción. Algo extracurricular, lo llama él.
Es la cosa más estúpida que Protagonista haya oído. Está perplejo y algo incomodo. Le molesta que alguien se ría de él así, a plena luz del día. Le cuesta etiquetar la situación por la que está pasando, porque es demasiado extraordinaria y el individuo tiene una actitud arrolladora, no le da respiro y continúa prometiéndole la mujer que acaban. A cambio de nada dice. Tan sólo si él lo desea, claro.
Protagonista opta por seguir el juego, para a ver si le acaba encontrando la gracia, y pregunta si no tiene que vender el alma. Eso es lo que tiene entendido que los diablos hacen, en las novelas de ciencia ficción. ¿A qué está jugando este loco? Pero el chico responde que no con tanta convicción que Protagonista siente un escalofrío. ¿Está hablando con alguien realmente enajenado? ¿Tal vez violento?
Aunque sea un diablo quiere hacer una buena acción, insiste el desconocido, para variar un poco su rutina. Seguramente es uno de esos que toman pastillas de droga los fines de semana, si no es que va colocado ahora mismo.
Protagonista se levanta para alejarse del lugar sin sentir la necesidad de decir nada para despedirse, pero el chico no suelta, le sigue preguntando a gritos desde el banco, mientras Protagonista se aleja, si quiere tener a la mujer o no. La situación se está poniendo un poco fea, ¿quién dice que éste chiflado no sea capaz de levantarse del banco en unos momentos y seguirle hasta el autobús? Prueba sacárselo de encima respondiendo a su pregunta con una afirmación. Le dice que sí quiere a la mujer que le ‘ofrece’, esperando que la respuesta satisfaga los delirios del desconocido lo suficiente como para que lo deje en paz.
Funciona.
El chico sonríe satisfecho y no se levanta de su lugar.

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